La matanza francesa

El mundo se estremece con el atentado terrorista de París, el ataque a Charlie Hebdo ha reactivado las alarmas morales, el debate público que desde hace meses se entretenía con la política ligera y olvidaba paulatinamente la economía ha vuelto a lugares que duelen muy adentro, en los principios.

Mientras los poetas pretenden distinguir entre unas miradas y otras, las redes sociales, donde nunca se mira a los ojos, se enzarzan en indolentes debates que potencian algunos provocadores y no llevan a ninguna parte. «Tristes armas si no son las palabras» escribía Miguel Hernández, y en Francia hoy han gritado las ametralladoras.  Lo seguimos con interés y leemos ansiosos las primeras crónicas, algunas muy acertadas con finales ridículos como la de Juan Soto Ivars  http://blogs.elconfidencial.com/sociedad/espana-is-not-spain/2015-01-07/kalashnikov-contra-charlie-hebdo_617378 .

Ha explotado un coche bomba en Yemen mientras escribo y quedará eclipsado con lo de Francia. Hay dos tipos de personas en estas situaciones: las que se indignan porque la gente sólo se indigna cuando la tragedia ha sido cerca y las que se indignan cuando la tragedia ha sido cerca. Yo soy del tercer grupo, el de la gente que clasifica cosas.

Esta noche en casa pensaré en lo mismo que todas las noches, dormiré igual de mal que lo hago siempre y mañana por la mañana disfrutaré el café como hago todas las mañanas, salvo las que desayuno Nesquick. Pero eso no quiere decir que no me duela la masacre de esta mañana en Francia, ni la de esta tarde en Yemen; también sería cínico defender que impactan igual, no me afectan del mismo modo porque son situaciones diferentes y es frustrante intentar explicarlo a la gente que está deseando juzgarte. «Me avengo a ser lo que soy, he conseguido llegar a la modestia», me susurró Albert Camus.

La gente ha matado siempre porque está en su naturaleza y hemos evolucionado lo suficiente como para tener matices. Me irritan las muertes y los ataques a la libertad, pero también me avergüenzan algunas defensas que son ataques que algunos iluminados lanzan a la mínima de cambio. Leo cosas en la prensa que me hacen sentir muy perdido, y satisfago la necesidad de sentirme protegido mediante el silencio ante las provocaciones intelectuales. Estoy siendo cobarde aquí porque casi no he citado a nadie, además llevo seudónimo y eso siempre ayuda, pero intento comportarme con responsabilidad, por eso me siento en la obligación de señalar humildemente que muy pocas verdades absolutas existen, que las peroratas contra la religión, cualquiera, son ventajistas y miopes, y que el mundo mañana no será peor que el de ayer si entendemos que la realidad es compleja y que somos mayoría los que nunca vamos a matar a nadie aunque siempre existirán psicópatas; si maduramos como individuos hasta darnos cuenta de que no existe un dios lo suficientemente poderoso como para hacer que un hombre cuerdo haga esas barbaridades en su divino nombre.