Frases de madrileño

Un señor con un clarinete en la mano me ha llamado turista en plena calle Alcalá. Aquello ha podido acabar como Puerto Hurraco pero yo soy una persona educada y he seguido mi camino. Se puede pensar que ser turista no es malo, yo he sido turista ocasional y no hay que darle más importancia al asunto, otra cosa es la gente que se viste de turista que merece una tortura argelina.

Yo no soy un turista en Madrid, es muy dificil serlo porque vivir aquí te da un margen extraordinario para identificarte con el medio. Alguien puede decir que esos que hacen cola en el Prado, los que fotografían compulsivamente  la Cibeles, los que piden consejo a los taxistas o los que se comen un bocadillo de calamares en la Plaza Mayor son turistas sí o sí, solo que a veces no. Conocí a un hombre que iba al Museo del Bernabeu dos veces al mes y cuando le pregunté por qué lo hacía me miró como yo miro a la mujer que me pide dinero porque ha tenido un problema con el móvil cada vez que estoy en la cola de los taxis de Atocha.

Como no hay una actividad concreta que descubra al turista voy a dar unas frases para soltar en compañía, cuanta más gente mejor y en voz alta, casi gritando; estos consejos os ayudarán a pasar desapercibidos. A saber:

1. Me encanta Madrid en agosto. Si dices eso ya estás dentro, normalmente lo dicen los que no pueden irse de vacaciones pero es una manera muy digna de sentirse menos mediocre.

2. Ya colaboro, gracias. En puntos estratégicos hay una legión de jóvenes admirables que pertenecen a ONGs y reclaman la ayuda de los viandantes. Son buenos chicos y hay que ser solidario pero si le damos dinero a todos los que lo piden nos quedaremos sin suelto para el café. Es fundamental ser amable con ellos. Os aseguro que con este hechizo se quedarán adormilados el tiempo suficiente para cruzar de acera.

3. Dos dobles. Queremos cerveza porque aquí se bebe cerveza después de las dos de la tarde, antes puede haber caído algún vermú. El punto diferencial es que las cañas están bien pero no dan tiempo a situarse, es necesario que haya más para retrasar el momento de llamar al camarero, el camarero será uno y estará agobiado corriendo de un lado a otro de la terraza. Y serán dos porque debes ir de cervezas con alguien, si estás sólo puedes tomar un café.

4. Mogollón. Me acojo a la Quinta Enmienda.

5. Me encanta el cielo de Madrid. Ésta es muy importante, si la relacionas con Velázquez observarás un asentimiento generalizado de los demás no turistas y si ya hablas de la Gran Vía de Antonio Lopez eres más madrileño que Manuela Malasaña.

6. ¿Sabes que el Angel Caído del Retiro es la única estatua al Diablo del mundo? Es muy bonito decir eso y junto a lo del cielo te da esa pátina cultural que debe tener todo buen madrileño. Obviemos que no es un monumento al Diablo per se, derivó de John Milton y El Paraíso Perdido, y que hay estatuas parecidas en Italia y América del Sur.

7. En Madrid está el mejor marisco de España. El acento gallego es incompatible con esta frase hecha pero los demás podrán utilizarla cada vez que se estén comiendo un langostino reseco en un bar de Properidad, a mi me parece una estupidez maravillosa pero nunca la combato, las batallas perdidas merecen la pena si se libran por una rubia, no por una centolla.

Con lo dicho cualquiera puede dejar de ser turista en Madrid siempre que quiera. Animaría a hacerlo si pudiera escribirlo mejor que Jesús Terrés aquí: http://blogs.revistagq.com/nadaimporta/2013/09/consultorio-ni-vendeme-madrid/, porque «la vida se pintará de acacias y tejas -el color del cielo que abrasa la Gran Vía cuando atardece, y cada paso será una nota de una partitura que aún no entiendes, pero que ya intuyes». Mola mogollón.

La dedicación

Fue leyendo lo que Umbral había escrito sobre unos gatos de El Retiro cuando me di cuenta de que quería dedicarme a escribir cosas, al menos parcialmente. La dedicación es algo que uno decide con las herramientas que tiene y puede partirse en cuantos trozos queramos. Durante todos estos años el único elemento común ha sido mi determinación por seguir durmiendo un rato diariamente, lo demás iba y venía. Hubo un momento en el que quería escribir grandilocuentes reportajes sobre nuevos fenómenos sociales a lo Hunter S. Thompson pero descubrí que Norman Mailer jaleaba en las manifestaciones porque quería que acabaran lo antes posible, le aburrían. Queremos que los políticos tenga dedicación exclusiva a la política pero también queremos que antes se hayan dedicado exclusivamente a otra cosa, algunos dicen que a trabajar. También nos place que se ocupen de nosotros, si la amante comprueba el móvil en pleno trote cualquier alma distraida puede creer que no hay la concentración necesaria para el éxtasis.

Una amiga conoció a un chico en una discoteca de batalla, era un jovencito apocado y el hielo de su cubata casi había desaparecido así que decidió llevarselo a su lujoso hotel porque era una semana de otoño y sentía que llevaba demasiadas semanas sin acabar nada. Todo fue sencillo al principio, él la desnudó besando cada trozo de piel que descubría y lanzando la ropa muy lejos para que ella no pudiera alcanzarla en un pestañeo de arrepentimiento. Todo iba muy bien al principio hasta que ella le quitó la camisa al chico: tenía un tatuaje de Batman que le cubría casi toda la espalda. En ese momento, confiesa mi amiga, dudé entre poner la cara de Joker o follármelo como si fuera Christian Bale pero lo único que pude hacer fue solidarizarme con su madre. Esa noche fue el punto de no retorno en la vida de mi amiga: cuando en vez de pensar como los hijos piensas como los padres ha llegado el momento de optar entre actuar como Annette Bening o como Ana Obregón.

Oda a la primavera

Uno intenta escribir lo mejor que puede cuando se lo pide el cuerpo. Mi plan a corto plazo era escribir sobre Her, la vi hace unos pocos días y cuanto más la rumio más me apetece dejarme bigote y encontrarme en un ascensor con Scarlett Johansson. Era un buen tema y la primera crítica que iba a hacer en esta moleskine pero me jodieron la intentona, me encontré con http://nadieporlacalle.wordpress.com/2014/03/07/estar-en-llamas/ «la promesa de la primavera y guiños de carteles luminosos de venta de relojes de diseño». Así de sopetón me roba una ladrona de iluminaciones. Tengo dos opciones: o me ensarzo en una guerra de críticas que estoy condenado a perder porque ser un caballero implica dejar ganar, o con una larga cambiada hago una elegante referencia y me dedico a cantar las bondades de mayo. O sea.

Pienso que la gracia de escribir no se trata tanto de la técnica necesaria como de la oportunidad buscada, no puedo ser impactante con la muerte de Panero ni con el vals de Crimea así que tengo que adelantarme al propio tiempo. Un, dos, tres y…

La primavera es un enclave que por mucho que busquemos no va a salir en los mapas, la primavera es un estado indolente, una cuenta de bar inacabada, un chiste que no sabías, un rayo de sol que hace un par de meses no estaba, una camiseta de tirantes que la rubia tenía enterrada en el fondo del armario y de repente se hizo ver, un domingo que se sale a la Latina, un después te llamaré. La primavera es un estado del alma de los que no quisieron enfrascarse en anteayer, los que vieron al almendro muy nervioso porque hacía frio pero tenía flores blancas dentro de él.

Si sientes que se ha acabado la resaca, que las dudas se reagrupan porque la vida vuelve a su ritmo habitual, ese respiro anterior a Semana Santa en el que si no se te ocurre nada rápido vas a tener que continuar con la rutina, piensa en el concierto del patio interior, en el parque donde la chica se tumba en el cesped para broncearse, en el grupo de amigos que sin ninguna razón aparente va a tomar una cerveza después del trabajo, en los amantes sudorosos que, con las ventanas abiertas del mediodía, no necesitan taparse después de hacer el amor. Piensa en todo eso, piensa en que quedan dos semanas para que llegue la primavera, piensa en que puedes acercarte al cine para ver Her, asume que si no eres feliz es porque no me haces caso o no me entiendes, y si mañana me encuentras de cañas… ya te invitaré.